miércoles, 18 de enero de 2012

Un paseo por la ribera

La conocí uno de esos días festivos que aprovecho para salir de paseo. Me gusta enriquecer la vista con los monumentos del casco antiguo, el verdor de los jardines y la ribera del río Tajo.

La encontré parada en mitad de la Plaza, erguida, dirigiendo la mirada a lo alto de un ciprés. Yo iba a descansar en un banco frente a ella pero me detuve, sentí cierto apuro en el momento en que iba a sentarme tan próxima entre su figura y el objeto de su mirada. Lo cierto es que no reparo en hacer lo mismo: suelo plantarme en medio de una plaza para observar la naturaleza sin importarme lo que piensen las personas que deambulan por allí. Durante mi paseo anterior había hecho lo propio para avistar los nidos de golondrinas. Por estas fechas hay especies de aves que nos visitan y se marcharán pronto a otros lugares lejanos, exóticos, fascinantes. Y es ahora el momento idóneo para disfrutar de sus encantos, matices y espontaneidad. Eso ocurre también con las personas pero estamos tan obcecados con nosotros mismos que no caemos en la cuenta.

Opté por colocarme a su lado y dirigir la mirada, como ella, al ciprés. El canto, lleno de matices, provenía de una zona oscura. “Está oculto. No se le distingue”, le indiqué. Entonces ella aprovechó para hablarme de una especie curiosa con una bella franja en el pecho, y yo, de otra pequeña, de color verde oscuro sin franjas, cuyo canto supera a las más hermosas sinfonías; también de mi padre, que conocía el nombre de las aves, su forma, colores, nidos, cantos y costumbres. Y seguimos juntas el paseo hacia el río charlando sobre golondrinas, jilgueros, mirlos y gorriones, y sobre la herencia no genética de los padres ausentes, y la continuidad de la vida en aquellas personas a las que transmitimos mucho más que la sangre.

Cuando llegamos al río me habló de una ruptura. Su matrimonio había fracasado y ella nunca pudo superarlo. Me invitó a cruzar el puente de hierro para avistar mejor una zona donde los patos acudían en busca de alimento. Desistí al sentir vibrar las chapas metálicas bajo mis pies. Me excusé y cambiamos juntas de rumbo. Ella quiso acompañarme hasta el final de mi trayecto para, después, continuar su paseo por la ribera. Entonces preguntó mi nombre y yo el suyo, y seguimos compartiendo sentimientos. Ana identificaba las aguas con la libertad, y yo le hablé sobre la fascinación que siento por el mar.

Llegué a casa emocionada. Comenté el encuentro con mi esposo y reflexioné: “¡qué extraño! Era la primera vez que alguien no me hacía preguntas. A mí tampoco me gusta cotillear; prefiero que las personas hablen sobre sus problemas o quehaceres sin ninguna coacción. Por otro lado… ¡cuántas coincidencias!: el gusto por las aves como unión con la naturaleza, la fascinación por las aguas del mar y el caudal de los ríos…”. Y entonces caí en la cuenta. La clave estaba en la palabra libertad. Yo también experimento una fuerte y extraña sensación de libertad cuando observo las olas del mar y el sol me produce paz en una sublime conjunción. Nos unían las aves, las aguas, la libertad… y también una ausencia: Ana sufría la pérdida de su marido y yo la de mi padre.

Después de tantas reflexiones concluí que volvería al día siguiente. Y así lo hice. Me coloqué el chándal e inicié mi caminata con ilusión. Según me aproximaba al río iba percibiendo, cada vez con mayor intensidad, un sinfín de sirenas y bullicio. Pensé en Ana. No puedo recordar cómo crucé el puente y llegué a la orilla, ni cómo logré abrirme paso entre la gente. Sí recuerdo que vi un pequeño grupo de buzos en una balsa. “¿Qué ha ocurrido?” –pregunté al aire-. Entonces, oí una voz ronca: “Parece que alguien intentó echar comida a los patos y cayó al agua”. En ese momento me quedé aturdida, con la visión borrosa y la seguridad de que ya nunca volvería a pasear con Ana.
  
Se trata de uno de mis textos publicado en el libro "De la vida y otros viajes". Autores: Joan S. Alós Batlle, Isidoro Filella Baldoira, José Luis Muñoz Boix, Rosa María Pedroche Martínez, María Luisa Sánchez Vinader, Assumpta Solsona Cabiscol y Eva Torres Giménez.
  

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